Es un mal crónico, un reclamo en cada esquina del país, las falencias de nuestra educación pública son objeto de debates televisivos, radiales y hace poco, fueron blanco también de las promesas electorales.
Cualquier propuesta debe contar con la participación de los principales actores de la vida político social panameña, no sólo con los convidados de siempre –gremios empresariales y educativos- sino que también debe incluir la participación de las organizaciones sociales y de trabajadores, quienes son los padres y madres de los estudiantes que asisten a los centros de educación pública.
La educación -al igual que otros elementos de la sociedad- está influenciada por concepciones ideológicas, que al mismo tiempo reproduce. En Panamá está orientación ideológica ha sido dirigida a promover el individualismo, la competencia, el tecnicismo, por lo tanto, en desmedro de los intereses de la colectividad o valores como la solidaridad y el humanismo.
Mucho se ha hablado sobre la educación, sobre cómo resolver problemas tan enraizados en el propio sistema y creo que la solución pasa por plantearnos soluciones radicales –yendo a la raíz- sino, después del primer impulso retornaremos, en el mejor de los casos, a sólo pintar y arreglar techos en las escuelas.
Dos importantes puntos a abordar son el cambio de evaluación y de jornada. Por una parte, las diferencias entre la evaluación de secundaria y la evaluación de universidad, no tienen ninguna justificación, más que promover la mediocridad.
Mientras que en secundaria se aprueba con la mitad más uno, en la universidad el mínimo requerido es de setenta y un porciento, lo cual es una brecha demasiado grande.
Por otra parte, la jornada de clases recibida por los estudiantes de las instituciones públicas, son más cortas que las recibidas en instituciones privadas, lo cual es una desventaja para los primeros, dificultando los tiempos de aprendizaje y evaluación necesarios.
Se deben construir nuevas escuelas y colegios, que permitan la ampliación del horario de clases y la reducción de la cantidad de estudiantes por aula, a aproximadamente veinte estudiantes, lo cual facilitaría las labores docentes.
A estos puntos podríamos agregar los necesarios cambios en los planes de estudio, los cuales van desde la reforma a los temarios, pasando por reafirmar el carácter laico de la educación panameña, hasta el cambio de los períodos educativos a trimestres o semestres, que darían una mayor continuidad al proceso educativo.
La educación pública hasta el momento sólo ha servido como cantera que crea y facilita mano de obra barata y dócil al capital privado, el objetivo de las reformas a la educación pasa por medidas que cambien este panorama y que permitan la construcción de un sistema educativo, que fomente la formación de ciudadanos plenamente consientes de sus deberes y derechos, con capacidades básicas en las áreas científicas y técnicas, sin descuidar el humanismo y las ciencias sociales, que en definitiva hacen a un ser humano completo.
Publicado en “Kaos en La Red”, el 17 de agosto de 2009 y en “La Estrella de Panamá”, el 29 de agosto de 2009.
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