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Los Ciudadanos que Queremos.


El derecho de los estudiantes universitarios a disentir de lo planteado por sus profesores, está contemplado en algunas de las leyes universitarias.   Este y muchos otros derechos no se cumplen, principalmente por el desinterés mostrado por parte de los propios estudiantes, a conocer sus derechos, y por lo tanto al desconocerlos, quedan imposibilitados de defenderlos.

Esta conducta tiene su origen en los valores promovidos desde la escuela primaria y secundaria, donde los regímenes disciplinarios son tolerantes con las conductas lumpen y son intransigentes con cualquier disenso, crítica o ejercicio democrático no tutelado.


Los sucesivos gobiernos pos invasión borraron del mapa las Asociaciones Federadas de los colegios (sólo queda la del Instituto Nacional) y las reemplazaron por unas zonzas elecciones de “directivas” de graduandos y pre graduandos, elección de diputados juveniles, etcétera, los cuales no pueden decidir nada que este fuera del guión de las autoridades educativas.  Dentro de estos mecanismos “democráticos” donde se forman los futuros ciudadanos de la patria, queda claramente definido que todo aquel estudiante que no siga el papel impuesto, enfrentará las sanciones correspondientes a su osadía.

De esta forma la educación primaria y secundaria se encarga de domesticar al estudiante, preparándolo para una vida individualista –con la competitividad entre ceja y ceja- y sumisa, ya sea en las aulas universitarias o en el plano laboral.  Se aprende a aceptar la ponderación del voto para elegir las autoridades universitarias, se acepta la subordinación de los derechos de los trabajadores a los intereses empresariales, en nombre de una sana economía nacional, en síntesis, se aprende a aceptar las jerarquías que impone el sistema.

El estudiante aprende que al aula sólo se va a estudiar (que en lenguaje oficial significa, sólo pensar en lo propuesto por el profesor), graduarse y salir al mercado laboral a ganar dinero, eso en el mejor de los casos, pues sucede que al mismo tiempo que las estructuras educativas cierran la puerta a la libertad de pensamiento, la abren complaciente a la cátedra dictada por los medios de comunicación comercial –sobre todo algunos medios radiales- que fomentan el hedonismo como forma de vida.

Desde el Estado burgués no tienen ningún interés en cambiar esta situación, a lo más que podrían aspirar, con muy buena voluntad, es a crear un modelo “eficiente que responda a las necesidades del mercado”, pero en lo que respecta a la democratización y el ejercicio de las libertades de los estudiantes, la conquista de esos espacios es una lucha que se debe emprender desde abajo, confrontado los valores de la democracia participativa, a las mascaras oficiales y represivas.

Hay que aprender a desaprender los años de domesticación impuestos por el sistema, lo que cual incluye no sólo a los estudiantes, sino que deberá contar con la acción consciente de los educadores, que con vocación permitan la participación responsable de los estudiantes, en la edificación colectiva de su futuro.

Si deseamos ciudadanos con conciencia crítica, conscientes de sus deberes y derechos, responsables y solidarios con el colectivo social en el que viven, se debe democratizar la educación.  Sin esto, todo lo demás queda en declaraciones de buenas intenciones, vacías y sin fondo.
Publicado en Kaos en la Red, el 21 de setiembre de 2009.

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