La Constitución de un Estado es considerada su ley máxima, desde la cual se desprenden todas las otras leyes y con la cual ninguna puede entrar en contradicción. Visto así, la Constitución parece ser algo muy importante, no sólo para aburridos teóricos del Derecho, sino para todos y cada uno de los integrantes de un Estado.
Aquí es pertinente preguntarse, ¿cuántos ciudadanos conocen sus derechos y obligaciones contenidos en el texto constitucional? ¿Cuántos ciudadanos saben que la propia constitución establece que el pueblo es el poseedor original del poder constituyente? O sea, el pueblo tiene el derecho de asignarse la Constitución que más favorezca a sus intereses.
Para amplios sectores de las clases dominantes de este país, es la mayor de las herejías “democráticas” el cuestionar y plantearnos la convocatoria popular a una Asamblea Constituyente Originaria. Para oponerse, invocan muchos pretextos, desde sutilezas jurídicas, hasta la siempre efectiva violencia institucional.
Es un hecho evidente, a la vista hasta de los más distraídos, que el Estado panameño tal cual como está estructurado, no obedece a los intereses de los trabajadores y trabajadoras, es decir, todos aquellos que se ganan la vida vendiendo su fuerza de trabajo al capitalista, que se apropia de la inmensa mayoría de las ganancias de la colectividad social.
Por lo tanto, siendo los trabajadores y trabajadoras un sector subordinado en esta sociedad, tenemos derecho de luchar por transformar esta realidad. La lucha política en ese espacio y este momento pasa por la convocatoria de una Asamblea Constituyente Originaria, que desde el pueblo y sus bases, amplié los derechos políticos, económicos, culturales y sociales de los sectores marginados.
Para llegar a ese punto, los trabajadores y trabajadoras necesitamos organizarnos, hacerlo de forma independiente, clasista, libres de la contaminación de los intereses de los ricos y sectores aburguesados de la sociedad, que aspiran a ahogar la lucha de los pueblos en los laberintos de la moderación, la publicidad, el conformismo, en fin, la congelación de la historia.
Publicado en “La Estrella de Panamá”, el 6 de mayo de 2009.
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