El apartheid en Sudáfrica, la segregación racial en Estados Unidos, el régimen del gold roll y silver roll en la antigua Zona del Canal, son ejemplos recientes en la historia de la humanidad en los cuales se ha disminuido o suprimido los Derechos Civiles y Políticos de un sector de la sociedad en beneficio de otro.
Durante su vigencia, estas tiranías contaron con sus partidarios, ideólogos y defensores oficiosos quienes esbozaron muchas razones para justificar la opresión. En todas las naciones donde predominaron estas condiciones, las universidades jugaron un papel primordial en el resquebrajamiento de los valores de la desigualdad, desde las universidades estatales surgieron gran parte de los argumentos científico-sociales que mandaron al estante del oscurantismo humano aquellas ideas que dominaron a gran parte del mundo.
Hablamos de épocas en que el color de la piel o el lugar donde se nació, eran motivos para separar a las personas en categorías distintas y como distintos, tenían Derechos y Deberes diferentes, y esta separación injusta, era legal. Es decir, oponerse a aquella injusticia era un delito.
Como vemos, la institucionalización de la injusticia no es un fenómeno nuevo, es muy actual y la historia de la humanidad está marcada en todas partes por la superación de injusticias, que en el momento de estar vigentes son aceptadas por las mayorías, resistidas por minorías, pero finalmente son superadas por nuevas sociedades.
Las universidades estatales como reserva protectora de la intelectualidad social, tienen que jugar un papel muy importante en la superación de las contradicciones sociales que enfrentamos, y al mismo tiempo, tiene que luchar por superar sus propias contradicciones. En la actualidad estas instituciones cargan un pesado lastre, que mientras no sea superado, no permitirá que esta institución cumpla el papel que le ha encomendado la historia y ese es la ponderación del voto para la elección de las más altas autoridades universitarias.
Así como el apartheid o la segregación racial tuvieron sus defensores, también la ponderación tiene los suyos, estos argumentan que es justo que el voto de los estudiantes universitarios valga menos que el voto de profesores y administrativos, porque los primeros -aunque sean muchos más y sean los sujetos principales de la educación superior- son considerados transitorios; mientras que profesores y administrativos permanecen. Además afirman, que de haber voto igualitario, el control de la elección quedaría en poder de los estudiantes, lo cual sería perjudicial para la institucionalidad universitaria.
Es hora de superar estos mitos, de mostrar el verdadero rostro de estos argumentos retrógrados que cubren cual mascaras un método absurdo para elegir a quienes conducirán las instituciones de educación superior. La realidad concreta sea dicha: el voto de un sector reducido de la población universitaria vale más que el de todos los estudiantes, porque es precisamente ese sector reducido el que tiene intereses económicos e individuales que proteger en cada elección.
La democracia liberal es una caricatura, es cierto, la igualdad del voto de todos los ciudadanos se vuelve irreal al confrontarla a la inmensas desigualdades económicas que acumulan a su vez poder político y social. Aspiramos a una sociedad en la cual todos los ciudadanos tengan la misma oportunidad de acceder a atención médica, educación o justicia; y la universidad como institución tiene mucho que aportar para alcanzar tan alta quimera, justa, posible y necesaria.
Pero una universidad secuestrada por los intereses económicos particulares, una universidad que ni siquiera ha logrado alcanzar los estándares mezquinos de la caricaturesca democracia liberal, está en paupérrimas condiciones como para contribuir al nacimiento de una democracia popular, una democracia que cuente con todos y todas.
Desde los tenebrosos tiempos de la Santa Inquisición a las criminales tiranías militares, la universidad ha sido la fortaleza donde se han protegido las ideas de avanzada, no debe ser tolerable para los amantes del conocimiento y la ciencia un régimen basado en la ignorancia y la injusticia como la ponderación del voto universitario.
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