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Democracia pendiente.

Son tiempos para pensar la democracia, los ciudadanos, por primera vez después de la tiranía militar, sienten que ese modo de vida se encuentra amenazado por estilos autoritarios o alejados de la ortodoxia democrático burguesa que han proliferado en los últimos años.


Es un buen momento para que formulemos colectivamente, desde los sectores marginados históricamente del poder, la imagen de la democracia que queremos, una que vaya más allá de las formalidades que son útiles fundamentalmente al mercado.

Después de la caída de las tiranías militares en América Latina, se vendió en la última década del siglo pasado una imagen única de lo que se debería entender por democracia. Esta se concebía como la mera institucionalización y normalización de un sistema basado en la supremacía del modo de producción capitalista, el cual legitimaba las relaciones desiguales de propiedad mediante la elección de los administradores del Estado. Al mismo tiempo, la superioridad financiera de un sector muy reducido de la población, le permite “orientar” los resultados electorales para garantizar la permanencia de relaciones de propiedad injustas y desiguales.

Esa es la democracia que los panameños hemos tenido desde la invasión y que muchos sienten estar perdiendo, pero la democracia es mucho más que elegir y poder pagar para ser escuchado. Democracia es gobierno del pueblo, no sólo electo por el pueblo, no es designar por las urnas unos administradores del Estado, que luego se sienten con el poder para hacer cualquier cosa. No, se trata de que el pueblo, es decir la gente sencilla y trabajadora que hace caminar este país, sea quien decida y oriente su destino.

Los actuales administradores del Estado con su actitud prepotente, están echando a perder un sistema político que tiene que ver más con la legitimación de los intereses de las clases dominantes, que con la facultad y soberanía del pueblo a decidir –sin manipulaciones- como quiere vivir. En tiempos confusos como estos la esperanza nace de muchas formas, pero es desde el pueblo trabajador que deben surgir las alternativas que den paso a un nuevo modo de vida, a nuevos pactos de convivencia social, a un modo de producción que sea coherente con la humanidad y con el ecosistema.

El poder de decisión del pueblo trabajador pasa por una toma de conciencia de su propia existencia y de sus propias capacidades. No basta con reclamarle al Estado el cumplimiento de las necesidades básicas de la comunidad, el cambio pasa principalmente por la creación de modos de autogestión popular mediante los cuales la comunidad sea capaz de resolver colectivamente algunas de sus necesidades, y al mismo tiempo, pueda desarrollar estructuras organizativas que den contundencia a las luchas populares.

Democracia es más que poder de elección, ese es sólo su punto de partida, los valores principales de la democracia son la participación libre y el bienestar social, elementos que aún están pendientes para el pueblo panameño.

-LCR.
Publicado en “La Estrella de Panamá”, el 10 de abril de 2011.

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