Los primeros seres humanos llegaron a nuestro continente hace catorce mil años aproximadamente, según los estudios más conservadores, aunque es probable que hayan llegado mucho antes.
A partir de esos primeros pobladores se desarrollaron grandiosas civilizaciones, como los aztecas, olmecas y mayas en Norte y Centroamérica; o los incas y mapuches en el sur.
Todos estos pueblos que desarrollaron y sistematizaron conocimientos avanzados en diversas ramas de la ciencia, conocían la tierra que habitaban. Si, la conocían, aunque parezca algo obvio, es necesario afirmarlo pues hace dieciocho años se celebró con toda pompa, el “descubrimiento” del continente por parte de los conquistadores europeos.
Se celebró el exterminio de poblaciones enteras, un genocidio no reconocido por la historia oficial, en el cual decenas de millones de seres humanos, descendientes de los primeros pobladores del continente, fueron asesinados por el hambre de oro y plata que impulsaba a los imperios europeos.
Esa historia escrita por los vencedores, empapada de sangre indígena, desconoce la categoría de seres humanos a los primeros pobladores del continente, desconoce el nivel de civilizaciones a aquellos pueblos, pues marca, por ejemplo, que el descubrimiento del denominado Mar del Sur se da con la llegada de los expedicionarios de Vasco Núñez de Balboa a sus costas en setiembre de 1513.
Aquellos ojos humanos que miraron esas aguas durante miles de años, ¿eran menos humanos? Al iniciarse la destrucción de las poblaciones aborígenes y la imposición de las verdades de la cristiandad como instrumento de dominación ideológica, se debatió durante muchos años si los pueblos originarios del continente tenían alma o no. Este debate no era una cuestión puramente teológica, pues al concluir que no tenían alma, también se desprendía que los mismos no eran humanos, sino objetos, como fueron considerados los africanos secuestrados de sus tierras para servir como esclavos.
El racismo es siempre la negación del otro y en algunos tristes casos la negación de sí mismos, como es el caso de los mestizos que discriminan, sin saberlo, sus propios orígenes. Esa negación lleva a la deshumanización, a la cosificación humana, que en última instancia lo que busca es justificar la explotación humana, busca dar razones a la marginación y la pobreza de un sector social o étnico, razones que dejen libre de culpa al sistema social, político y económico que realmente sustenta tantas injusticias.
Quedan pinceladas de estas concepciones retrogradas en el actual pensamiento dominante, las cuales podemos encontrar en el sistema educativo o en la forma como reprimieron brutalmente al valiente pueblo bocatoreño, con el cual se tuvo especial saña debido al grupo étnico mayoritario de los manifestantes o en el reciente anuncio de la celebración oficial por parte del gobierno nacional del descubrimiento del Océano Pacífico, como si aquellos ojos que guiaron a Balboa y que conocían ese mar desde mucho antes, no fuesen realmente humanos.
-LCR
Publicado en “Kaos en la Red” el 28 de julio de 2010 y en “La Estrella de Panamá el 3 de agosto de 2010.
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