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Continuidad del Crimen.

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A la llegada de los conquistadores imperiales europeos, los pueblos originarios descubridores de este continente, eran dueños de la tierra y desarrollaron sus civilizaciones basadas en filosofías distintas a las de los invasores.

En pocas décadas, la población originaria fue arrasada en un auténtico genocidio, que insisten en negar las ilustrísimas inteligencias de occidente, donde fueron masacrados alrededor de sesenta millones de seres humanos. Cifra que no es nada despreciable al considerar que en el genocidio realizado por los fascistas contra judíos, comunistas, minusválidos, gitanos y homosexuales, fueron asesinados unos seis millones de personas –según cifra oficial- o los ocho de millones de personas que murieron en la resistencia soviética contra los nazis.

Si, la muerte es tan ajena cuando sólo son números de una historia pasada, pero estos antecedentes son necesarios para hacernos ver que existe una historia más allá de la reconocida por los medios de comunicación comercial o las instituciones oficiales de educación, que falsean el pasado para controlar el presente.

Además de la masacre perpetrada contra los pueblos originarios de nuestro continente, los mismos fueron expulsados de las mejores tierras y lanzados a la montaña, marginados en una macabra y silenciosa diáspora que la historia insiste en olvidar.

Han pasado siglos de crímenes, de resistencia y las injusticias siguen. La pasada administración socialdemócrata expulso a los indígenas nasos de tus tierras en Bocas del Toro, en beneficio de un gran hacendado del lugar. Al asumir la nueva administración conservadora, esta dio continuidad a esas acciones como parte de su política de Estado, ignorando y sosteniendo la expulsión de este pueblo de sus tierras.

Esta es una prueba más de la parcialidad del Estado burgués y del carácter puramente decorativo de nuestra mal llamada democracia, que como siempre es el mayor adalid y defensor de la propiedad privada de los medios de producción, pisoteando los derechos de los trabajadores, del derecho a la tierra de los pueblos originarios y en fin, de todo aquel que sea un obstáculo al incremento de ganancias del capitalista.

“El Derecho no es más que la voluntad de la clase dominante erigida en Ley”, esta puede parecer una frase panfletaria y caduca para las mentes moderadas y demócrata-elitistas que habitan los polos de opinión pública, pero está frase cobra plena vigencia al confirmar la injusticia de un sistema legal que apoya la violación de los derechos humanos de un pueblo completo.

En esta causa y muchas otras, se impone a la clase popular la unidad en la acción. No es humano contemplar calladamente la expulsión de nuestros hermanos de sus tierras.

Por: LCR, publicado en Kaos en la Red el 20 de noviembre de 2009.

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